Sentimientos frente al mar
Como nubes al vapor, la noche fue cerrándose sobre mi cuerpo, específicamente sobre mi cabeza, que comenzó a desconocer los sonidos de las cosas que titilaban desde las nubes.
Mientras el mar nos esperaba, sonreíamos sin razones. Comíamos de la música que se resbalaba del piano, mientras nos bronceábamos con la arena verde y mojada.
Con el susurro de tu pecho, comencé a chapotear sobre el origen de la vida. El árbol de tu melena me extendió una de sus ramas y lavó las manos de mis pecados.
Con suerte de pescador, encontré puerto fructífero en tus manos, tibias y resonantes como los pasos que dimos en los veranos de marea baja.
Pero el árbol de tu melena no era tan robusto. Tus ramas eran espejismos de una mano fuerte que se cansó de sostener mi mejilla.
El incendio se asomó sobre tu costa y penetró el corazón de tus rizos boscosos. Se llevó tus raíces. Calcinó tu cabello. Se llevó la esperanza de ver nacer nuevas hebras del color manantial de tus ojos.
Y mientras espero en el bote, en plena marea alta, tal vez colisione con algún arrecife. Tal vez el sol derrita mis cabellos congelados. Tal vez encuentre un nuevo sitio donde pescar.
Tal vez, en el mejor de los casos, encuentre otro bosque que me haga olvidar.