#Plotober 8: Mi amor por la mujer lobo

Tema del día: luz de luna

Al comienzo, era muy extraño cuando nos besábamos a la luz de la luna porque, de repente, los lenguetazos empezaban a tocarme los ojos. Después de la tercera vez me acostumbré, pero debo confesar que han pasado meses y aún me cuesta mucho besarla cuando su rostro se convierte en una alfombra de pelos grises y un tanto hediondos.

Ella me lo advirtió. Me dijo que la mejor manera para estas noches de luna llena era buscar un atardecer en la playa para que la arena le diese un clima de relajación que reduciera cualquier atisbo de agresión.
En sus tiempos de bosques y supervivencia, ella solía ofuscarse por la claustrofobia que le provocaban los matorrales selváticos. En cambio, la playa le ofrece sonidos del mar que no provocan más que su transformación física.

En una tarde de cafeteada, ella me contó que esta obstinación era un síntoma heredado de su familia. Su madre, una matriarca del bosque, solía desesperarse cuando la luna llena aparecía. Casualmente, fue en uno de esos ciclos lunares que un grupo de cazadores la desmembró. Le cortaron la cobeza, le quitaron sus pezuñas y partieron su lengua en ocho partes para devorarlas en una cena que fue acompañada por arroz y frijoles en una hoja de tamal.

Con su padre la historia también fue terrible. La luna lo tomó desprevenido en el centro de la ciudad, mientras hacía una compra para uno de sus primos. Tenía un canasto de manzanas que se le cayó y, cuando todos volvieron a ver, su progenitor ya estaba transformado. Rápidamente lo aniquilaron.

Desde que conocí su pasado, ha sido mucho más sencillo amarla. Su piel calienta y su nariz húmeda refresca.

Esa es la razón por la que, más que nunca, me hace feliz verla feliz. ¿Qué mejor que saber que puede pegarme lenguetazos en mi cara en el ciclo lunar en que murió su familia? Si eso basta, estoy dispuesto a tener estos baños lunares de cara empapada.